Coeficiente creativo
marzo 02, 2009

Por David Núñez

¿Es posible medir la creatividad?

Sin duda. Todo es medible en esta vida, desde la cantidad de arrugas en una sábana hasta la cantidad de kilómetros entre la Luna y Andrómeda, pasando por la medición de fatiga de un nadador y los índices de calidad del aire en Santiago (aunque a veces falle). El verdadero problema aquí es ponerse de acuerdo en los parámetros a medir y la forma de cuantificar esos parámetros. Porque una cosa son las variables-atributos seleccionadas y otra es cómo llevar esas variables a un número concreto, confiable y comparable.

A simple vista, pensar en medir la creatividad como una variable total puede parecer un sinsentido… ¿cómo medir una cualidad tan subjetiva, tan amplia, tan intangible?. Sin embargo, cuando acotamos el tema, por ejemplo, al sujeto creativo, dejando fuera las áreas del proceso, producto y ambiente, y nos abocamos específicamente a los parámetros propios del pensamiento divergente, como la originalidad, fluidez, flexibilidad, redefinición, etc., resulta entonces que la posibilidad de medir estas variables se vuelve mucho más tangible y real.

Prueba de ello son toda la gama de test desarrollados por Guilford, Torrance y otros, ampliamente validados y fundamentados en las variables antes mencionadas: pruebas de cubos fluctuantes, prueba de construcción de imágenes, prueba de transformación gestalt, prueba de usos inusuales, prueba de imposibilidades, prueba de analogías, y un largo etc.

El punto central entonces es establecer si el desarrollo y los parámetros de estos test permiten medir la creatividad en un sentido más global, considerando no sólo los ámbitos divergentes, sino también los convergentes, y sobre todo, la complementariedad entre ambos.

Un test, como sabemos, es básicamente un instrumento de medición que lo que busca es objetivar ciertas cosas: conocimientos, actitudes, tendencias, habilidades, etc. La historia de la humanidad y la vida misma de las personas está plagada de subjetividad, de juicios y evaluaciones a partir de puntos de vistas individuales y arbitrarios. La idea final de un test entonces es simplemente objetivar las respuestas de las personas ante determinados estímulos, de modo de establecer una escala en la cual evaluar el desempeño individual de cada persona. Desde este punto, un test permite comparar no sólo a diversos sujetos bajo parámetros similares, sino que también al mismo sujeto en diferentes puntos de su existencia.

Es necesario acotar, desde luego, que ningún test es predictivo, en el sentido que no garantiza de antemano lo que sucederá más adelante con la persona. Un resultado exitoso en un test de inteligencia por parte de un escolar, por ejemplo, no asegura un futuro intelectualmente brillante. Existen otros factores, como la calidad en la educación recibida, el ambiente familiar, social, cultural, como así también aspectos internos como los intereses particulares, motivación, temperamento, etc, que pueden influir en el desarrollo cognitivo de las personas. Un test se ocupa de detectar la presencia y el nivel de desarrollo de determinados factores en un momento y contexto específico. De este modo los datos obtenidos permiten establecer tendencias y patrones, los que sin embargo pueden variar a través de la vida del sujeto. Volviendo al ejemplo del escolar entonces, un test de inteligencia permite establecer si el alumno posee, y en qué grado, las habilidades cognitivas propias de esta facultad de la mente, como la capacidad de análisis, planificación, razonamiento, evaluación, etc. Su desarrollo posterior dependerá, como ya mencionamos, de otras variables anexas y que complementan la personalidad del sujeto.

En creatividad, en tanto, sucede de la misma forma, en el sentido que estos tipos de test desarrollados por Guilford y compañía buscan medir habilidades específicas que se asocian a la personalidad creadora en un lugar y momento determinado, y no la creatividad como un concepto genérico. La diferencia, que hace un poco más complejo la medición creativa, radica en que las pruebas de los test de creatividad requieren evaluar problemas que aceptan múltiples soluciones, a diferencia de otros test, como los de inteligencia, que se basan en problemas que aceptan sólo una respuesta correcta.

Medir la creatividad en forma integral, abarcando todos los aspectos de ésta, y la forma en que se plasma en las diversas actividades humanas constituye un ejercicio de indudable complejidad.

Para ello, la primera dificultad consiste en establecer qué entendemos por creatividad. En términos generales y extremadamente simplistas, vamos a optar por el planteamiento de Guilford, quien propone básicamente entender la creatividad como la articulación entre pensamiento convergente y divergente.

El plano convergente es el que se encarga de evaluar, analizar y elegir, mientras que el plano divergente es el que busca las respuestas inesperadas, originales y fuera de lo común. Para Guilford convergencia y divergencia se complementan en la búsqueda de las soluciones creativas.

El problema fundamental que se presenta con esto es que las pruebas de estos test creativos tienden a medir más que nada la divergencia, y específicamente las habilidades que se asocian a ésta.

Esto sucede porque de algún modo siempre se ha asociado la creatividad a la divergencia, lo que aunque puede tener mucho de cierto, resulta absolutamente insuficiente desde un punto de vista operativo de la creatividad. La capacidad de crear ideas originales, novedosas, ingeniosas, etc, es sin duda resorte de las habilidades divergentes de los sujetos, pero no sirve de nada ser capaz de crear grandes ideas si no podemos discriminar, seleccionar y elegir la adecuada según nuestros propósitos.

Desde luego existen también test de convergencia, como los ya mencionados de inteligencia o los de Raven, en donde se solicita encajar de entre varias respuestas la adecuada a un problema gráfico antes planteado. El tema es que no existen pruebas que midan tanto divergencia como convergencia en forma proporcionada y en un mismo test.

De este modo, en los test de divergencia, los sujetos no están expuestos ante un problema creativo real, concreto, en donde deban delimitar y definir un problema, generar posibles soluciones y luego elegir la más adecuada. Sería ideal poder evaluar el desempeño de los sujetos a partir del producto resultante, en un contexto real de trabajo, como así también las habilidades utilizadas en cada fase del test, tanto convergentes como divergentes. Lamentablemente un instrumento de estas características aún no ha sido desarrollado por los investigadores, lo que nos indica lo mucho que queda por hacer en este sentido.

Medir la creatividad en forma unitaria, en toda su extensión y complejidad seguirá siendo una tarea pendiente. Lo concreto es que poseemos una gran base referida a los test de divergencia, por una parte, y los test de convergencia e inteligencia, por otra. Cómo unir ambos enfoques, cómo complementarlos en un contexto real y cómo cuantificar y ecualizar los resultados es el próximo desafío.

Un desafío a la creatividad, otra vez.