Signos iluminados
noviembre 06, 2009

Por David Núñez

El interés por crear y manipular los signos con que nos comunicamos ha sido desde siempre uno de los anhelos del hombre a través todas las épocas de su existencia. Desde los jeroglíficos a las señales del tránsito y desde los tótems hasta las banderas y escudos nacionales. A grandes rasgos, de allí surgen lo que hoy conocemos por signos simbólicos, desarrollados específicamente para producir una significación particular, en principio altamente intencionada, aunque con el paso del tiempo y el uso esa intencionalidad original pueda sufrir variaciones de sentido e interpretación. Dentro de estos signos encontramos el signo ideológico, de raíz siempre más profunda y que busca traspasar no sólo un valor convencional y genérico, sino también una forma de ver y sentir la vida dentro de un grupo social determinado.

Magariños explica la configuración de este signo ideológico a partir del planteamiento de Saussure y su ya famosa dicotomía del signo (significante / significado). En términos simples, Magariños plantea básicamente que un significante tiene en realidad 2 significados. El primero es el significado o concepto tal cual como lo plantea Saussure, y el segundo es el significado sintáctico o de posibilidades sintácticas, que establece las relaciones de ese significado con otros significados y su posición en el sistema de signos al que alude, con respecto a esos otros términos.

Sin embargo Magariños también plantea que hay otro tipo de significante: el objeto semiótico, que viene a ser la forma ya conocida, a través de procesos mnémicos, de un significante en particular. En otras palabras, es la reconstrucción mental, en cuanto forma, de un objeto a través de la memoria o atractor mnemónico como lo llama Magariños. Pues bien, este significante tiene a su vez los mismos 2 significados anteriores que plantea Magariños sobre el significante clásico de Saussure: el significado conceptual y el significado sintáctico. Al cruzar estos 4 elementos surgen los 4 signos que propone Magariños, siendo el último el signo ideológico, y que es el que nos interesa en este momento:

Significante / Significado sintáctico (relacional) = Signo metasemiótico sustituyente
Significante como atractor mnemónico / Significado conceptual = Signo metasemiótico sustituido
Significante / Significado conceptual = Signo mediador (tal como lo plantea la dicotomía de Saussure)
Significante como atractor mnemónico / Significado sintáctico (relacional) = Signo ideológico

Imaginemos que el signo “casa” lo llevamos a un significante icónico. Para Magariños este significante estaría constituido por la foto o el dibujo de la casa que se nos muestra y que inicia el proceso de descodificación. El significado conceptual es lo que ese término nos gatilla en cuanto a significado clásico e individual: hogar, familia, calidez, peleas con los hermanos, etc. El atractor mnemónico (significante también), en tanto, es la casa en términos perceptuales y formales que tenemos en nuestra memoria y que nos permite reconocer una casa cuando la vemos, diferenciándola de un edificio o una choza. No es la casa en particular en frente nuestro, sino lo que nuestra memoria nos indica qué es una casa. Y finalmente tenemos el significado sintáctico, que son todas las posibilidades estructurales y de relación del significado casa con otros significados. Así podemos tener una casa arriba de un árbol, o una casa rodeada por edificios, o una casa frente al mar, etc. Se refiere, de este modo, a la posición que ocupa el significado en un sistema de significados asociados y que permite extraer diferentes lecturas.

Lo interesante del signo ideológico entonces, siguiendo a Magariños, es que permite manipular e intencionar, a través de las combinaciones sintácticas de los significados (no sólo de los significantes), un discurso ideológico específico (a favor, en contra, con indiferencia) de un fenómeno en particular, de un grupo de personas, de una forma de actuar, de un interés individual o social, etc. De este modo, la suma, y sobre todo, la configuración estructural de los significados es lo que permite finalmente desarrollar un signo más elaborado, generando así en el receptor una interpretación mucho más rica y connotadota.

A mi juicio, uno de los ámbitos donde mejor se manifiesta este manejo semiótico, es el conjunto de signos propios de la masonería. En este contexto encontramos una serie de signos creados especialmente para producir un simbolismo que represente los valores e intereses de la diversas logias que coexisten dentro de este movimiento. Lo atractivo de estos signos es que sus significados pese a ser altamente simbólicos, no son altamente convencionales, como ocurre en otras disciplinas. Los signos masones, por lo general, requieren de un conocimiento previo del código con que están construidos, conocimiento que finalmente permite entender en forma más plena el discurso que se pretende comunicar. Esto logra que pese a que los signos están allí, a vista de todo el mundo, no todas las personas puedan descifrar el mensaje oculto que subyace detrás de ellos. Sin duda el carácter hermético y concentrado de estos grupos contribuye a dificultar la aproximación a estos signos, funcionando como una especie de llaves que se van entregando a medida que la persona avanza en el escalafón de cada hermandad.

La verdad es que la cantidad de signos masones son innumerables y cada logia posee sus propios elementos de identificación. Sin embargo, y en términos muy generales, dentro de los más antiguos podemos encontrar los signos lapidarios, que funcionan como especie de firmas en base a círculos, líneas y espirales, y que constituyen la base de todos los demás signos masones más elaborados. Otro signo tradicional es la escuadra y el compás, que se acompaña además de una letra G al medio, letra que representa la Gnosis (conocimiento superior) al que sólo se puede llegar a través de un sublime trabajo interno. También tenemos el Ara, el Águila Bicéfala, la Piedra Cúbica y la Piedra Bruta, el Pelícano, la Cruz en Seis Direcciones y el famoso Gran Ojo del Arquitecto, por nombrar algunos más.

Otro signo gigantesco también es la estatua de la libertad, diseñada en Francia por el francmasón Frédéric-August Bartholdi y construida más tarde por Alexandre Gustave Eiffel, también francmasón. Esta estatua representa la Diosa Isis, que mira hacia Egipto y que con su antorcha alumbra el progreso y la libertad de la humanidad en sentido Luciferiano (como portador de luz).

Pero sin duda uno de los signos más interesantes del registro icónico de la masonería es la pirámide que aparece en los dólares americanos. De clara influencia Illuminati, el signo está compuesto por el resplandeciente ojo que todo lo ve, sobre la punta de la pirámide, y que según algunas interpretaciones representaría el Mesías oculto que anunciaban los Kabbalistas y que aparecería también en la Biblia y el Islam. Este Mesías tendría un solo ojo y gobernaría a todos los pueblos de la tierra sin distinción. Por otra parte, la pirámide posee 13 grados, que representarían los 13 grados Illuminati que están por sobre los cánones masones estándar, y que suponen un cierto control por sobre las demás logias. Debajo encontramos el año 1776, fecha de fundación de los Illuminati, y la frase “Nuevo Orden Secular”, justamente uno de los grandes objetivos planteados por los Illuminati al momento de su formación. Arriba aparece la frase “Annuit Coeptus” que significaría algo así como “nuestra empresa es exitosa”, en una clara confirmación de los significados expresados anteriormente. Si utilizando como base la pirámide se dibuja una estrella de David, veremos también que las letras indicadas por cada punta forman la palabra MASON.

A decir verdad, y aunque en otras partes del billete aparecen también otros signos masones, como el águila, el búho, una estrella de David creada por 13 estrellas más pequeñas, y otros más, que estos signos sean masones no es ninguna novedad en sí misma. Los signos no intentan ocultarse de nadie, están allí a la vista de cualquiera, y nadie tampoco los ha negado como manifestación masónica. Lo que hace fascinante a estos signos es que se ocultan gracias a su simbolismo. Sin poseer una construcción excesivamente compleja en términos sintácticos, dificultan la interpretación al grado de hacer casi imposible su entendimiento a personas sin algún conocimiento previo particular. Todo signo requiere un conocimiento anterior para poder interpretarse correctamente, pero en el caso de los signos masones, este conocimiento es mucho más específico, pues conforman una hermenéutica restringida y sectaria. Esto hace que los signos funcionen especialmente para algunos, dejando al resto fuera del umbral semántico donde ellos habitan, y sólo esperando que aparezca el código mágico que produzca la epifanía.

De esta manera, y este es uno de los grandes atributos del fenómeno a mi modo de ver, el planteamiento ideológico se mantiene, se protege y se conserva casi intacto. Las distorsiones se minimizan, evitando así interpretaciones erróneas y fuera de lugar. Al igual como en los grupos religiosos más pequeños, la doctrina se fortalece, conserva su espíritu y mantiene apegados a los feligreses. El signo ideológico triunfa, sin que nadie se de por enterado, lo que no deja de ser un triunfo doble y mucho más significativo para aquellos a quienes pertenece a fin de cuentas su interpretación final.